domingo

BEGINNING


Una de las escenas más extrañas de la Biblia es la que cuenta que un día Noé se quedó dormido a causa de una borrachera, y su hijo Cam entró a la habitación y vio su desnudez. Por ello Cam recibió una tremenda maldición.

El incidente tuvo lugar después del diluvio universal, cuando Noé y su familia bajaron del arca y se establecieron en tierra firme. El Génesis lo relata así: “Los hijos de Noé que salieron del arca eran Sem, Cam (padre de Canaán), y Jafet. Noé era agricultor y había plantado una viña. Cierto día, en que había bebido vino, se embriagó y quedó tirado y desnudo en medio de su tienda. Cam (padre de Canaán) vio la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet entraron a la tienda mirando para otro lado, y con un manto cubrieron a su padre, pero no vieron su desnudez. Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró lo que su hijo menor había hecho, dijo: ‘Maldito sea Canaán. Será el sirviente de sus dos hermanos’. Luego añadió: ‘Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo. Que Dios permita a Jafet extenderse, que habite en los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo” (9: 18-27).

¿Qué pecado puede ser?

¿Cuál fue el pecado de Cam? ¿Era tan grave haber visto a su padre desnudo? ¿Por qué la Biblia conservó el recuerdo de este hecho? Tales preguntas nos hacen sospechar que detrás del relato se esconde algo que no se capta a simple vista. ¿Qué es?

Ya al comienzo hay un detalle curioso. Noé aparece como agricultor, plantando una viña. Y se nos ocurre preguntar: ¿de dónde sacó la cepa de la vid, si el diluvio había exterminado toda forma de vida?

El relato no lo dice, ni le importa la incoherencia. Sólo busca con esta escena dejarnos un mensaje, y es el siguiente: la tierra había quedado maldita por el pecado de Adán y Eva (Gn 3: 17-19). Era un inmenso desierto y sólo producía abrojos y espinas. Pero ahora las aguas del diluvio habían saneado otra vez el mundo y lo habían purificado. Esto se comprende por las palabras que Dios le dijo a Noé al terminar la catástrofe: “De ahora en adelante, y mientras exista la tierra, siempre habrá siembra y cosecha, hará frío y calor, habrá invierno y verano, existirá el día y la noche” (Gn 8;21-22). Es decir, el mundo se había normalizado.

El diluvio sanador.
Por eso el autor del Génesis muestra a Noé cultivando una vid (la más preciosa y noble de todas las plantas de la Biblia), sin importarle si esto era posible o no después del diluvio. Porque quiere indicarnos que la maldición había sido levantada. Que Dios le había devuelto a la tierra la fecundidad, al punto tal de producir nada menos que viñedos. Que, en el fondo, los enojos de Dios duran poco.

Noé, pues, aparece haciendo lo contrario de Adán. Adán con su pecado había traído el sufrimiento y la esterilidad a la tierra. Noé, por su bondad, había traído el alivio y el consuelo al mundo. Con razón cuando nació, su padre lo llamó así. Porque “Noé” en hebreo significa “consolar”.

La enseñanza del autor es clara: cuando alguien bueno como Noé aparece sobre la tierra, la tierra vuelve a ser buena.

Una maldición para el nieto.
A continuación el autor pasa a relatar el hecho central. Un día Noé se embriagó con el vino que producía su viña, y se durmió desnudo en su tienda. En ese momento entró su hijo Cam, que aparece presentado como el “padre de Canaán”. ¿Por qué el relato insiste en que es el padre de Canaán (dos veces lo dice, en los versículos 18 y 22), cuando Cam todavía ni siquiera tiene hijos?

Entonces, sigue la narración, Cam vio la desnudez de su padre y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera, los cuales no vieron la desnudez de su padre. ¿Qué pecado hay aquí? ¿Qué falta de respeto es ver a un padre desnudo?

Y cuando Noé se despierta y advierte lo que ha pasado, reacciona de una manera doblemente inesperada. Primero, lanza una dura maldición tremendamente exagerada para lo que Cam ha hecho. Y segundo, no maldice a Cam, responsable del hecho, sino al hijo de éste, esto es, a Canaán. ¿Por qué Noé maldice a su futuro nieto y no al hijo que cometió el pecado? A esta altura del relato ya no entendemos nada.

Prohibido entre parientes.
Pero si analizamos la historia con cuidado, notaremos algo que nos puede ayudar: el texto original no dice que Cam vio a su padre desnudo, sino que “vio la desnudez de su padre”, que no es lo mismo. Y repite tres veces esta expresión. ¿Qué significa “ver la desnudez”, en la Biblia?

El libro del Levítico trae unas 30 veces esta frase, y la emplea para referirse a las relaciones sexuales con una persona. Por ejemplo, dice: “No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre” (es decir, no tendrás relaciones con la mujer de tu padre) (18,8). “No descubrirás la desnudez de tu hermana” (es decir, no tendrás relaciones con tu hermana) (18,9). “No descubrirás la desnudez de tu nieta” (es decir, no tendrás relaciones con tu nieta) (18,10). “No descubrirás la desnudez de tu tía” (es decir, no tendrás relaciones con tu tía) (18,12). “No descubrirás la desnudez de tu nuera” (es decir, no tendrás relaciones con tu nuera) (18,15).

Por lo tanto, que Cam haya visto “la desnudez de su padre”, alude a una relación sexual de Cam. Pero ¿con quién? ¿Con su padre Noé? A primera vista no es eso lo que sugiere el texto; no hay aquí ninguna referencia a un acto homosexual. Además, que dos veces se diga que “Cam es el padre de Canaán” más bien nos aleja de un posible acto homosexual.

El lenguaje de la Biblia.
¿Con quién, entonces, tuvo relaciones sexuales Cam? Aquí el Levítico nos ayuda otra vez. Cuando “la desnudez” que se prohíbe ver a un hombre no es la de una mujer, sino la de otro hombre, no se está prohibiendo la relación homosexual con “ese” hombre (las relaciones sexuales entre hombres se sobreentendían prohibidas), sino con la esposa de ese hombre.

Para decirlo con otras palabras: en la Biblia, la desnudez de un hombre es “su esposa”. Por ejemplo, la desnudez del padre es “la esposa” del padre. La desnudez del hermano es “la esposa” del hermano.

Eso lo expresa claramente también el Levítico: “No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre, es decir, la de su esposa”. (18,14). O: “Si un hombre se acuesta con la mujer de su padre, ha descubierto la desnudez de su padre” (20,11). O también: “Un hombre ha descubierto la desnudez de su hermano, si se casa con la mujer de él” (20,21).

En todos los casos, “la desnudez” de un hombre es su esposa. Por lo tanto, y volviendo a nuestra historia, que Cam haya visto la desnudez de su padre Noé significa, en lenguaje bíblico, que se acostó con la esposa de Noé. En definitiva, con su propia madre.

Nacido con vergüenza.
De este modo se aclaran todos los interrogantes; a) se entiende por qué Noé al enterarse lanzó una maldición: porque su hijo, aprovechando su borrachera, cometió un incesto, uno de los pecados más aberrantes que existe en la Biblia; b) se entiende por qué Noé no maldice a su hijo Cam sino a su nieto Canaán: porque nacerá como producto del incesto; c) se entiende por qué se insiste que Cam es el padre de Canaán: porque el relato no pretende centrar la atención en Cam el pecador, sino en su futuro hijo Canaán, que será maldito desde sus orígenes por haber nacido como fruto de un pecado.

Después de que Cam “vio la desnudez de su padre”, dice el Génesis que “avisó a sus dos hermanos que estaban afuera”. Este “aviso” era, evidentemente, una invitación para que ellos hicieran lo mismo. Pero el libro aclara que ellos “no vieron la desnudez de su padre”, sino que entraron a la tienda de espaldas y lo cubrieron. Con esto se muestra la negativa de Sem y Jafet a caer en el incesto, y explica la posterior bendición que su padre les dio a ellos.

¿Recuerdos de alcoba?
Nos falta resolver una última cuestión. ¿Por qué el recuerdo de un pecado tan doméstico y privado, como fue el incesto de Cam y su madre, fue conservado en las Sagradas Escrituras? ¿Sólo para decirnos que está mal el incesto?

No, porque si atendemos a las palabras finales del relato, o sea, a las maldiciones y bendiciones que lanza Noé al despertar (versículo 25-27), veremos que éste no es un simple acontecimiento familiar, sino que está cargado de intenciones políticas.

En efecto, los personajes principales de la historia son los tres hijos de Noé, es decir, Sem, Cam (con su futuro hijo Canaán) y Jafet. Y para la mentalidad popular hebrea, estos tres hermanos simbolizaban a tres pueblos. Sem representaba a los “semitas”, y por lo tanto a ellos mismos. Canaán, a los cananeos, sus tradicionales enemigos. Y Jafet, a los filisteos, pueblo que compartió con los israelitas la Tierra Prometida durante varios siglos.

Ahora bien, cuando Israel se apoderó de la Tierra Prometida (que entonces se llamaba Canaán), pudo derrotar a sus principales habitantes (los cananeos) y esclavizarlos (Jos 24: 11-13). Pero en Canaán hubo también un pueblo al que jamás logró dominar ni someter: los filisteos. Éstos habían llegado a la Tierra Prometida casi al mismo tiempo que los israelitas, sólo que por otro lado: éstos entraron por el este, mientras que los filisteos lo hicieron por el oeste, y se instalaron en la costa del país, de la cual nunca pudieron ser expulsados.

El pueblo misterioso.
Israel veía cómo, siglo tras siglo, fallaba en su intento de dominar a los filisteos. Éstos se mantenían libres y fuertes, e incluso llegaron también a someter a los cananeos vecinos. Y una duda comenzó a atormentar a los israelitas: ¿acaso Dios no les había dado la Tierra Prometida a ellos? ¿No les había asegurado que someterían a todos los pueblos que la habitaban (Ex 23: 23)? ¿Qué pasó con los filisteos? ¿No tuvo Yahvéh el poder suficiente para cumplir su promesa hasta el final? Esta cuestión los perturbaba enormemente.

Hasta que, reflexionando, e inspirados por Dios, encontraron la respuesta. Los filisteos se quedaron en el país, no porque Dios no pudiera expulsarlos, sino porque ésa fue su voluntad desde el principio. Dios había dispuesto que los filisteos también se apoderaran de una parte de la Tierra Prometida, así como los israelitas se adueñaron del resto. Únicamente a los cananeos había que esclavizar y someter, por los pecados aberrantes que cometían.

Por eso imaginaron este relato, con finalidad didáctica, en el que Noé ya al principio del mundo aparece profetizando lo que en realidad ellos descubrieron más tarde en la historia: “que Canaán (es decir, los cananeos) sea maldito, y sea el sirviente de sus dos hermanos. Que Sem (es decir, los israelitas) sea bendito y que Canaán sea esclavo suyo. Que Jafet (es decir, los filisteos) se extienda y habite en medio de los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo”. (versículo 25-27).

Por lo tanto, ésta narración no tiene connotaciones sexuales sino políticas, y fue compuesta para explicar una situación que se había dado en la historia de Israel: la esclavitud de los cananeos y la supervivencia de los filisteos.

Dos hijas en malos pasos.
Que esta interpretación es correcta se ve por otro episodio del Génesis: el origen de los moabitas y amonitas (19, 30-38). Éstos eran dos pueblos vecinos de Israel, que habitaban al oriente del río Jordán, y sumamente odiados por los israelitas. Tal odio se debía a que, en varias oportunidades a lo largo de la historia, habían cruzado la frontera para invadir, saquear y cometer toda clase de vejaciones contra las poblaciones hebreas. Incluso cuando Nabucodonosor destruyó la ciudad sagrada de Jerusalén, ellos colaboraron con la destrucción, cosa que jamás perdonaron los judíos (2 Re 24,2).

Tanto era el odio que sentían por estos dos pueblos, que la Ley judía prohibía terminantemente admitir a alguno de ellos en el pueblo elegido hasta la décima generación. Es decir, no sólo a los amonitas o moabitas, sino a todo aquél que tuviera a uno de ellos entre sus antepasados, aunque fuera remotísimo (Dt 23,4).

¿Y cómo cuenta la tradición judía el origen de ambos pueblos? Dice que cierto día las dos hijas de Lot (el sobrino de Abraham), tuvieron un diálogo muy angustioso. No quedaban hombres con quiénes casarse, ya que recientemente había bajado fuego del cielo sobre Sodoma y Gomorra, y había destruido también las ciudades de los alrededores. ¿Morirían ellas solteras y sin hijos?

Otro padre emborrachado.
No podían remediar su soltería. Pero sí, al menos, la falta de hijos. Esa noche, la mayor emborrachó a su padre y luego se acostó con él. Al día siguiente la menor hizo lo mismo. De esta manera, ambas quedaron embarazadas ¡de su propio padre! El hijo de la mayor se llamó Moab, y de él descendieron todos los moabitas. El hijo de la menor se llamó Ben Ammí, y de él descendieron todos los amonitas.

Así, mediante estos relatos degradantes y vergonzosos, nacidos de la chispa politiquera y no de la historia, los israelitas se vengaron de sus aborrecidos enemigos, por todos los males que les habían infligido.

Como vemos, esta narración tiene una coincidencia asombrosa con la de Noé: el padre borracho, la relación incestuosa, el hijo concebido por ella, un pueblo enemigo que desciende de él. Las dos narraciones, pues, fueron compuestas con el mismo fin: explicar y justificar la situación política que había entre Israel y estos pueblos.

La esclavitud tan temida.
Había tres hermanos: Sem, Cam y Jafet. Nacidos en la misma familia, del mismo padre y la misma madre. Felices. Llenos de proyectos magníficos. Llamados por Dios para algo grande y glorioso. Pero uno terminó esclavo, y los otros dos libres. Uno quedó sometido, y los otros se volvieron sus amos. A uno la vida se le volvió un infierno, y a los otros una plenitud. Y todo por culpa del pecado.

Esta es la primera vez que la Biblia habla de la esclavitud, la institución más espantosa que haya inventado el ser humano. Donde uno prueba la muerte en vida. Donde uno no puede decidir por sí mismo, ni hacer lo que le gusta, ni ir a donde quiere, ni tener amigos, ni ser feliz. Sólo tiene un amo que lo manda; alguien que desde arriba le ordena lo que él no quiere hacer, que lo priva de sus sueños, le amputa sus ilusiones y lo degrada.

Y aunque hoy entre nosotros no existe ya esa institución, sin embargo en la vida diaria, con cada pecado nuestro, nos volvemos esclavos, menos libres, menos dueños de nosotros mismos, más dependientes. De lo que hicimos, lo que dijimos, del mal que generamos, del vicio en el que nos empecinamos. Hasta que ya no podemos levantar la cabeza, ni mirar al mundo de frente, ni ir a donde queremos. Debemos hacer lo que nos pida el nuevo amo que hemos adquirido: el pecado.

Jesús lo dice con toda crudeza, sin historias de por medio: “El que peca, se vuelve esclavo” (Jn 8: 34). Y hay que creerle.

Por eso, librarse del pecado es sacarse de encima un pesado yugo que no nos deja gozar de la libertad de los hijos de Dios. Jesús vino para devolvernos esa libertad. Para que todos los hombres vuelvan a ser como aquellos tres hermanos, antes de que Cam pecara.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

ALREDEDOR DE 110 MANATÍES VIVEN EN AGUAS DOMINICANAS

P rimer censo de manatíes en República Dominicana utilizando tecnologías novedosas. Dos experimentados pilotos de drone, Rachel Plekaniec y ...