El estudio de un pigmento natural permite decidir el
color de decenas de cultivos, incrementando al mismo tiempo, sus propiedades
alimenticias y médicas
En el reino vegetal, los colores no actúan únicamente
como un aviso de potencial peligro o muestran algunas propiedades
nutricionales. Los pigmentos atraen a los insectos polinizadores, protegen a
las plantas contra las enfermedades, confieren beneficios para la salud y se
utilizan en las industrias alimentaria y farmacéutica.
Ahora, un nuevo estudio
realizado en el Instituto Weizmann y publicado en Proceedings of the National
Academy of Sciences, ha allanado el camino a numerosos usos potenciales de las
betalaínas, los pigmentos rojo-violeta y amarillo, conocidos por sus
propiedades antioxidantes y que se utilizan comúnmente como colorantes
alimentarios.
Las betalaínas, presentes principalmente en las
remolachas y las buganvillas, son relativamente raras en la naturaleza y hasta
hace poco, su síntesis era poco conocida.
El equipo de
expertos, liderado por Asaph Aharoni, analizó dos plantas productoras de
betalaínas: la remolacha y la flor dondiego de noche (Mirabilis jalapa).
Mediante secuenciación de ARN y otras tecnologías avanzadas, los científicos
identificaron un gen previamente desconocido involucrado en la síntesis de
betalaínas.
Para probar sus hallazgos, señalan en el estudio, primero
modificaron genéticamente levadura para que produzca betalaínas y luego dieron
un paso más allá llevando a cabo una tarea similar de ingeniería en plantas
comestibles que normalmente no producen estos pigmentos.
Los investigadores lograron patatas, tomates y berenjenas
color rojo violeta. También consiguieron controlar la ubicación exacta de la
producción de betalaínas, por ejemplo, haciendo que el pigmento se produjera
sólo en la fruta de la planta de tomate, pero no en las hojas o el tallo.
Pero el cambio en el color no fue el único resultado. Por
un lado, la actividad antioxidante propia de estos pigmentos se incrementó en
un 60% en los tomates y, por otro, las betalaínas resultaron proteger a las
plantas contra el moho gris, Botrytis cinerea, que anualmente causa enormes
pérdidas en la agricultura: en solo un año hizo perder 750 millones de euros a
la industria vitivinícola. A nivel global la acción de este hongo implica hasta
100.000 millones de dólares. El estudio
demostró que la resistencia al moho gris aumentó en un 90% por ciento en las
plantas diseñadas para hacer betalaínas.
Finalmente los resultados del estudio pueden ser
utilizados por la industria farmacéutica. Cuando las plantas comienzan a
fabricar betalaínas, el primer paso es la conversión de tirosina en un producto
intermedio: L-dopa. Este químico se utiliza como fármaco y también como
elemento inicial para otros productos farmacéuticos, particularmente opiáceos
como morfina.
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