Las ballenas además de ser grandes captadores de Co2, después de su muerte nace y crece vida en un ecosistema complejo: el cuerpo inerte de una ballena es fuente de comida y nutrientes para diferentes especie.
Al morir, empieza un rápido proceso de descomposición debido a la gran capa de grasa que poseen y que les permite termorregularse fácilmente en el mar. En este proceso de descomposición se generan muchos gases que provocan que el cadáver de la ballena se hinche y se de vuelta con su vientre hacia arriba con sus pliegues gulares inflados, lo que la hace parecer una gran boya.
El cadáver es objetivo de depredadores como aves carroñeras o tiburones que al devorar el cuerpo abren las vías de escape de los gases acumulados hacia el exterior. Es entonces cuando el cadáver comienza viaje a las profundidades.
En la carcasa de un cetáceo comienzan a peces, tiburones, y crustáceos, quienes se alimentan por casi dos años del cadáver. Luego el esqueleto es devorado en un nuevo proceso al que llegan gusanos tubícolas y otros crustáceos a alimentarse.
“Ahí empieza un crecimiento considerable de individuos y especies que se alimentan, por eso a esto se le llama un ecosistema en sí mismo y más que un ecosistema, yo diría que es una comunidad ecológica en sí misma que tiene un proceso sucesional super interesante que no se ha podido estudiar en detalle porque es muy difícil encontrar a 3 mil metros una ballena”, afirma Hucke-Gaete.
Se ha calculado que el cadáver de una ballena azul de 200 toneladas reúne alrededor de 470 especies en este proceso.
Fuente: austerra

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