Ser un ciudadano responsable a nivel ambiental es
importante, qué duda cabe. De hecho, ser eco ciudadano significa exactamente
eso, tener responsabilidad ambiental y cumplirla de forma cotidiana dentro de
nuestro rol de ciudadanos.
Es fácil de entender, pero el concepto queda vacío de
sentido si queremos hacerlo servir como orientación para serlo. Aunque es muy
interpretable, dotar de contenido el cumplimiento de esa responsabilidad va más
allá de lo meramente subjetivo.
Por un lado, los aspectos concretos que incluye el
concepto están especialmente relacionados con el concepto de ciudadanía. Un
pequeño gran detalle que lo llena de significado práctico.
Para ser eco ciudadano hemos de entender el concepto de
ciudadanía. En efecto, el concepto de ciudadanía nos remite a una suma de
individuos que tienen en común su condición de personas que conviven en un
contexto de modernidad. Recordemos aquí que ser ciudadano se vincula a una realidad
histórica heredera de la revolución francesa o, si se quiere, de la
emancipación de la burguesía.
Precisamente, esa burguesía que toma el poder y acaba
derivando en la actual rebelión de las masas que tan bien definió Ortega y
Gasset, es un actor social. Sí, es cierto que los intereses creados, las
grandes multinacionales y, en fin, el modelo socio económico actual se traduce
en muchas cortapisas, pero también es cierto que el ciudadano es un ente que ha
cobrado una importancia inédita a nivel histórico.
Ser un ciudadano responsable en el cuidado del entorno,
un eco ciudadano, por lo tanto, se traduce en ser un concepto universal. El
término no alude tanto al lugar donde se vive, sino a esa globalidad en la que
actualmente vivimos inmersos. Más allá de pertenecer a un barrio, municipio,
ciudad, región o país, somos ciudadanos.
Se trata más bien de un concepto que nos une y nos
iguala. Puesto que todos somos ciudadanos de un lugar llamado mundo, como dice
la famosa frase publicitaria, ser eco responsables es también un deber común.
En este sentido, quizá sería más adecuado autodenominarnos “terrícolas”.
Un deber ético
Por un lado, es un deber con una parte de obligación
moral y otra de respeto de normativas ambientales de muy distinto tipo, con las
que podemos estar más o menos de acuerdo, ya sea por activa o por pasiva.
De hecho, las obligaciones que las leyes nos imponen a
nivel ambiental son pocas. Claramente insuficientes para ecologistas, expertos
ambientales y personas concienciadas.
Del mismo modo, a nivel moral, perjudicar el medio
ambiente o la salud de las personas o animales también tiene una condena social
insignificante las más de las veces. De nuevo, las voces críticas condenan esta
laxitud y ponen el grito en el cielo.
A nivel individual, no podemos excusarnos en leyes ni
tampoco en morales que no compartimos. Cada uno somos responsables ante
nosotros mismos. Ser eco ciudadano significa tener un rol activo en cuestiones
concretas. Ir más allá de los deberes que se nos exigen colectivamente.
El objetivo es defender, respetar y ayudar al planeta a
través de acciones que en su mayor parte se han convertido en rutina. Una
interiorización que, a su vez, obedece a un deseo de dejar a las futuras
generaciones un planeta lo más saludable posible.
La concienciación, por un lado, proviene del
convencimiento de que el entorno es nuestro hogar. Puesto que no hay más
planeta que éste, y nosotros formamos parte del mismo, la única manera de
salvarnos es actuando de forma individual o formando parte de una organización,
las denominadas ONGs. Aquí y ahora, sin delegar en representantes políticos,
que dejan mucho que desear.
Ya que la vida humana y los ecosistemas están íntimamente
unidos para lo bueno y lo m alo (la preservación y la destrucción de los
ecosistemas), nuestras actuaciones cotidianas son esos pasos que van haciendo
camino al andar.
Un camino que busca soluciones a través de la eco ciudadanía,
sumando grano a grano y también presionando a los poderes públicos para que
actúen en este sentido.
¿Cómo puedo pasar a la acción?
Ser eco ciudadano es algo muy de hoy en día. Tanto por el
concepto en sí de ciudadanía como por la tendencia en favor de la ecología,
ambas ideas universales establecidas en el mundo en el que vivimos.
Además de ser un concepto muy actual, también tiene un
lado práctico clave. De hecho, su vertiente práctica es lo que explica su
importancia. Su razón de ser y la razón por la que se trata de una idea tan
versátil y aplicable.
Si queremos ser eco ciudadanos, orientemos nuestras
acciones al mantenimiento de las fuentes naturales y, en fin, a la
sostenibilidad. Adoptar un comportamiento eco ciudadano, por lo tanto, se
traduce en un sinfín de actos cotidianos.
Este motor verde debe impulsarnos a ser más responsables
en el consumo del agua y las energías, sobre todo cuando proceden de fuentes no
renovables y/o contaminantes. Tanto por la sostenibilidad del planeta a nivel
ambiental como para evitar que avance el calentamiento global y, con él, los
devastadores efectos del cambio climático.
Cualquier gesto eco amigable muy problablemente será un
comportamiento de eco ciudano. Pero no solo a nivel doméstico, sino
trascendiendo tanto éste como lo meramente personal. En este aspecto, la eco
ciudadanía está muy relacionada con ese predicar con el ejemplo que tanto
necesita la ecología para ir a más y, con ella, dejar de ir a menos el planeta.
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