Estamos frente a una condición crítica de salud de los
arrecifes de corales-principal productor de arena blanca que bañan nuestras
playas. Si no tuviéramos arrecifes de corales no pudiéramos vender el país como
una isla tropical al turismo!, advierte el biólogo marino Rubén Torres.
Punto crítico: La venta del pez Loro
Los peces Loros contribuyen con la producción de arena
blanca y la eliminación de las algas que afectan los corales. Y es por ello,
que en territorio dominicano, los expertos se quejan especialmente de la pesca
indiscriminada de esta especie para la comercialización.
Las investigaciones hablan de que esta situación de los
corales pudiera recuperarse si no seguimos acabando con este animal acuático.
"Ya terminamos con los peces meros, con los pargos y
ahora estamos matando todos los peces Loros para alimentar a la gente y esa es
la próxima batalla que tenemos que librar", subrayó el biólogo Torres,
quien además dirige la Fundación Reef Check dominicana, la cual tiene dentro de
sus objetivos defender esta causa.
De acuerdo a estudios, en los últimos cincuenta años la
presencia de corales vivos en el Caribe ha disminuido en un 50 por ciento,
mientras que las algas se han multiplicado vertiginosamente. Uno de los
trabajos de los peces Loros consiste precisamente en mantener las algas que
rodean los corales bajo control.
"Aquí los arrecifes de corales están mayormente
dominados por algas. Las algas han crecido abrumadamente por la contaminación
de líquidos, entonces, en la sobrepesca por lo general las industrias pesqueras
y los pescadores quieren atrapar el más grande y sucede que el pez Loro tiene
un tamaño considerable, por lo que lo han ido terminando", explicó Torres.
Un recorrido de de un medio de la Republica Dominicana por toda las costas y los establecimientos
comerciales de todos los Balnearios, confirma que el pez Loro es vendido para consumo
humano. De siete lugares visitados, seis corroboraron que vendían el pescado,
dos de ellos tenía en existencia. Su precio oscila entre los RD$100 la libra-el
mínimo- y 250-el máximo.
¡Lo que está pasando en el mar es algo que da miedo, y en
especial en República Dominicana!, enfatiza el ambientalista Jake Kheel.
El pez loro (también llamado Cotorro o jabón en algunas partes
de la República Dominicana país) tiene un papel vital en el ecosistema marino:
con su pico de loro o cotorra controla el crecimiento excesivo de algas sobre
los corales manteniéndolos saludables y ayudando a crear las arenas blancas de
nuestras hermosas playas como resultado de su proceso digestivo.
En muchos de los países caribeños está prohibida su captura
y en muy pocos otros son pescados dada su importancia en el ecosistema.
Una alternativa más ecológica es consumir pez león, que es
una especie invasora que además tiene una carne de má calidad que la del pez
loro.
Ruth Gates, directora del Instituto de Biología Marina de Hawái dice que los peces loro, que rebañan las algas de los arrecifes, son
claves para amortiguar la catástrofe que ya ha matado a más del 30% de los
corales.
Piense en una playa paradisiaca. Una de esas de aguas
turquesas, arenas blancas y palmeras torcidas que se esconden en el Caribe o en
Hawái. Imagínese tumbado en ella bajo el sol, mientras las olas le acarician
los pies. Está usted sobre una montaña de excrementos. Sobre un montón de
deposiciones de pez loro.
Este animal de vivos colores ondea por los mares tropicales
alimentándose de las algas que invaden los corales. Con su boca en forma de
pico, rebaña los esqueletos de calcio de los corales y los excreta como arena
blanca. Un único pez loro puede generar cientos de kilogramos de arena durante
su vida. La industria turística depende, sin saberlo, de los excrementos de estos
peces. Y media humanidad.
Llevo 30 años trabajando como bióloga marina y jamás, jamás,
jamás, pensé que vería morir los arrecifes en los que he buceado durante
décadas”
“Aquí están”, dice el zoólogo Eric Conklin, de la
organización ecologista The Nature Conservancy, mientras se sumerge en la bahía
de Kāne‘ohe, cerca de Honolulu (Hawái, EE UU). Bajo el agua, rodeado de peces
de colores, Conklin señala una tupida capa de algas que ahoga los corales. “Es
otro problema más”, dice, cuando saca de nuevo la cabeza. Los corales son
animales microscópicos, aunque sus creaciones arquitectónicas se ven desde el
espacio. Funcionan como los bosques en tierra.
Ocupan menos del 1% del lecho oceánico, pero ofrecen alimento y refugio al 25% de todas las especies marinas conocidas. Y son esenciales para más de 500 millones de personas que dependen de los peces y del atractivo turístico de los arrecifes de coral.
Ocupan menos del 1% del lecho oceánico, pero ofrecen alimento y refugio al 25% de todas las especies marinas conocidas. Y son esenciales para más de 500 millones de personas que dependen de los peces y del atractivo turístico de los arrecifes de coral.
“Llevo 30 años trabajando como bióloga marina y jamás,
jamás, jamás, pensé que vería morir los arrecifes en los que he buceado durante
décadas”, lamenta Ruth Gates, directora del Instituto de Biología Marina de
Hawái. “Ya hemos perdido entre el 30% y el 50% de los arrecifes de coral del
mundo. Si los corales desaparecen, puedo asegurar que los seres humanos lo
pasaremos muy mal, pero no estamos consiguiendo que los ciudadanos se den
cuenta de la dimensión del problema”, advierte.
La tranquila bahía de Kāne‘ohe, rodeada de palmeras, es una
muestra de la catástrofe que ocurre bajo los océanos. Hasta la década de 1970,
el lugar fue el punto de vertido de las aguas residuales de las poblaciones
cercanas. Los corales se asfixiaban en sustancias tóxicas. Las algas indeseadas
proliferaron. Los peces desaparecieron. Era un paraíso destruido por el ser
humano.
Hasta que las autoridades decidieron detener el vertido. Los
corales retomaron su colorida labor arquitectónica, pero se encontraron con
otro enemigo. Las emisiones de CO2 de la industria han aumentado la temperatura
del agua, un grado en promedio desde el siglo XIX, y la han acidificado. A
estas amenazas se han sumado la sobrepesca de peces como el pez loro, vital
para los arrecifes, la contaminación y la introducción de especies invasoras,
como el alga que alfombra la bahía, escapada de instalaciones de acuicultura
hace 30 años. Los corales están noqueados, muchos de ellos a un golpe
definitivo de la muerte.
Ese golpe es cada vez más frecuente, según explica Gates.
Los corales dependen de unas algas microscópicas, las zooxantelas, que viven en
sus tejidos. Son su alimento y de ellas toman su color. Pero picos de
contaminación o de temperatura provocan la huida de estas algas. Los corales se
quedan entonces sin comida y se blanquean, un síntoma de agonía. La
Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU ha constatado tres
fenómenos de blanqueamiento globales: en 1998, en 2010 y otro que se alarga desde
2014. El de 1998 asestó un golpe brutal al 16% de los corales del planeta.
“Kāne‘ohe es un milagro. Aquí se han recuperado el 90% de
los corales, pese a que hace unas décadas el agua estaba verde”, aplaude Gates
durante una visita organizada por The Nature Conservancy, en el marco del
Congreso Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (UICN), celebrado estos días en Honolulu. Tras una inmersión en la
bahía, plagada de vida, es imposible imaginar el desastre de hace unos años.
Gates se pregunta por qué unos corales sobreviven a unas
condiciones extremas, mientras que sus vecinos de al lado, a pocos centímetros
o en otras bahías similares, mueren. Y no es una pregunta retórica. Quiere
saber la respuesta. En su laboratorio lleva a cabo un proyecto controvertido:
pretende acelerar la evolución natural, seleccionar los corales más adaptados,
cruzarlos y criarlos, como se lleva haciendo con vacas, perros y cultivos
durante siglos. Y, si se llega a un callejón sin salida, Gates propone repoblar
los océanos con estos supercorales.
“El calentamiento oceánico es uno de los mayores desafíos
ocultos a los que se enfrenta esta generación y estamos totalmente faltos de
preparación para abordarlo”, ha alertado la danesa Inger Andersen, directora
general de la UICN, durante el congreso, al que EL PAÍS ha acudido en un viaje
pagado por la organización. La UICN es la principal red medioambiental del
mundo y está formada por 1.300 miembros, desde Estados soberanos a ONG.
El jefe de la División de Recursos Acuáticos del Gobierno de
Hawái, Bruce Anderson, pone sobre la mesa medidas de conservación más
tradicionales que los supercorales, destinadas a amortiguar los efectos seguros
del cambio climático. En la orilla de la bahía de Kāne‘ohe, Anderson anuncia su
intención de aumentar las áreas marinas protegidas, incrementar el control
sobre los vertidos tóxicos y limitar la pesca del pez loro y otras especies que
comen algas nocivas. Las autoridades hawaianas trabajan desde 2005 con The
Nature Conservancy para aspirar, literalmente, las algas invasoras de los
arrecifes, mediante dos tuberías de vacío a las que han bautizado Super Suckers
(“Super Succionadoras”).
El zoólogo Eric Conklin aplaude el plan de Anderson para la
bahía, aunque de momento son solo promesas que se tendrán que discutir con las
comunidades locales implicadas, como la de pescadores, con peso político. El
pez loro se vende a unos 33 euros el kilogramo en Honolulu, donde se sirve en
los restaurantes con el nombre local uhu. Para Gates, esas medidas no son
suficientes. “Los fenómenos globales de blanqueamiento son cada vez más
frecuentes. Hablamos de proteger los arrecifes de coral y esperamos que eso sea
suficiente pero ¿y si no funciona? ¿Qué haremos?”, se pregunta la bióloga
marina. “Necesitamos la mejor ciencia posible. Y la necesitamos ya”. (ELPAIS).
La supervivencia de estos peces tan importante en nuestras costas y que necesitamos para nuestro bienestar futuro depende de lo que hagamos hoy, pon de tu parte y consume otros peces. Vamos hacer conciencia, respetemos el medio ambiente y trabajemos juntos para cuidar nuestro entorno. Es urgente tomar las medidas de control necesarias para garantizar que tengamos abundancia y diversidad de recursos.
La supervivencia de estos peces tan importante en nuestras costas y que necesitamos para nuestro bienestar futuro depende de lo que hagamos hoy, pon de tu parte y consume otros peces. Vamos hacer conciencia, respetemos el medio ambiente y trabajemos juntos para cuidar nuestro entorno. Es urgente tomar las medidas de control necesarias para garantizar que tengamos abundancia y diversidad de recursos.
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