La tala indiscriminada de árboles para la elaboración de
carbón constituye uno de los problemas que padecen las principales comunidades
de la provincia Independencia, principalmente las ubicadas en la zona
montañosa.
Sus munícipes advierten que las montañas se están
quedando peladas producto de la depredación a que están siendo sometidas por
haitianos y dominicanos, que han poblado los sitios abandonados por los
comunitarios que se han visto en la necesidad de emigrar por falta de sustento.
Un comerciante llamado Marcos Lopez retrató el panorama
de la zona fronteriza, producto de que las últimas generaciones ya no tienen
interés en cultivar la tierra por falta de agua y apoyo económico, por lo que
están siendo depredados de manera irracional para la fabricación de carbón que
comercializan en Haití. Recordó que en la década del 70, para ver personas en
algunas zonas, había que acercársele mucho porque los árboles las cubrían, pero
expuso que ahora ya eso no sucede, y desde lugares distantes se pueden ver.
Sostiene que en ocasiones los depredadores cortan la madera y se la llevan a
Haití. Quilvio Mateo de la Fundación El Edén, precisó que los árboles más
importantes de esa zona están siendo cortados de forma indiscriminada.
Citó que el Guaconejo lo cortan para exportar a Francia
para elaborar perfume, y que le están echando químicos para secarlos.
Manifestó que al llamado palo amargo le quitan la cáscara para hacer mabí con
lo cual se seca. El pastor Yorkis Novas
señaló que no solo están cortando los árboles, sino que los están sacando de
raíz con un pico.
Mientras, Pedro Cano, del Servicio Jesuita, apuntó que en
Independencia hay un nivel de desempleo de un 68.88%. Dijo que las
recaudaciones de Aduanas no se quedan allí, y que lo único que recibe son 300
mil pesos anuales por el impuesto de rodaje, ya que por el sitio pasan 90
patanas diarias. Sostiene que el mercado binacional, que es fuente de empleo y
riqueza, no está regulado, ni cuenta con las condiciones adecuadas de seguridad
y sanitaria.
Cuando se elimina un bosque y el terreno es destinado,
por ejemplo, a la explotación agrícola o ganadera, disminuye en gran medida la
capacidad de la superficie terrestre para controlar su propio clima y
composición química.
Los árboles crean oxígeno, elemento que sabemos bien,
necesitamos para respirar. Esa sola circunstancia parecería motivación
suficiente para dejarlos intactos. En calidad de pulmones del planeta, los
bosques trabajan las 24 horas para extraer el dióxido de carbono del aire
(proceso denominado “captura de carbono”) y brindarnos oxígeno a cambio.
En nuestros días, muchos científicos preocupados por el
cambio climático investigan toda clase de ardides intrincados, caros y
artificiales para capturar el carbono de la atmósfera con la esperanza de
moderar el cambio climático. Ya tenemos un sistema natural que, además de
capturar el carbono de la atmósfera, nos brinda el tipo exacto de aire que
necesitamos para respirar: el sistema de nuestros árboles. ¡Y sus servicios son
gratuitos! No puede pedirse mucho más.
Y aun hay más: los bosques cumplen otros servicios
vitales. Recolectan y filtran nuestra agua dulce, con lo cual mantienen el
ciclo hidrológico general del planeta y moderan inundaciones o sequías.
Conservan la salud del suelo porque sostienen en el lugar la fértil capa
superficial, rica en nutrientes. ¿Cómo se nos ocurre destruir a tan indudables
aliados?” Investigadora Annie Leonard
130.000 Km² es la superficie de bosques derribados cada
año
Una de las mayores amenazas para la vida del hombre en la
Tierra es la deforestación. Esta actividad que implica “desnudar el planeta de
sus bosques” y de otros ecosistemas como de su suelo, tiene como resultado un
efecto similar al de quemar la piel de un ser humano. ¿Por qué decimos esto?
Sin lugar a dudas, los bosques ayudan a mantener el equilibrio ecológico y la
biodiversidad, limitan la erosión en las cuencas hidrográficas e influyen en
las variaciones del tiempo y en el clima. Asimismo, abastecen a las comunidades
rurales de diversos productos, como la madera, alimentos, combustible,
forrajes, fibras o fertilizantes orgánicos.
En el marco de esta actividad, La Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y (CNUMAD) establece que la protección
ambiental es una parte integrante de desarrollo, que debería tener como
objetivo aliviar la pobreza y lograr un equilibrio entre la eficiencia
económica y la sostenibilidad. Se reconoce por parte de este organismo
internacional, que todos los bosques del planeta deben ser objeto de una
ordenación sostenible, que garantice sus servicios y beneficios sociales,
económicos y ecológicos.
Los bosques y el régimen de lluvias
Una de las funciones más importantes de los árboles es su
capacidad para la evapo-transpiración de volúmenes enormes de agua a través de
sus hojas. Este proceso comienza cuando el agua, por efecto del calor del sol,
se evapora (pasa del estado líquido al gaseoso) y se incorpora a la atmósfera
como vapor de agua. A medida que
asciende y por disminución de la temperatura, el vapor de agua se condensa (se
convierte en pequeñas gotas) formando las nubes. El agua condensada en las
nubes cae finalmente en forma de lluvia sobre los continentes, permitiendo así
el crecimiento de los árboles y de sus raíces, como también el de otros
organismos vivos.
Por otro lado, una
vez que sus hojas caen estas se pudren en el suelo, determinando, su
enriquecimiento; ya que los nutrientes son reciclados rápidamente por las
bacterias del terreno, cerrándose así un ciclo. Es decir entonces, que si se
eliminan los árboles, la lluvia cesará, pues ambos factores se encuentran
estrechamente relacionados. Sin la lluvia, la tierra comenzará a morir,
produciéndose una fuerte erosión y la zona de bosque se convertirá finalmente
en un desierto.
Sin lugar a dudas podemos citar ejemplos del fenómeno que
se vino explicando. Tal es el caso del desierto de Harrapan, en Pakistán.
Inicialmente se trataba de una zona rica en bosques, que disfrutaba de un régimen
de lluvias adecuado gracias a los monzones (vientos estacionales): resultado
así una buena muestra de ecosistema forestal auto sustentador. Los bosques
fueron talados gradualmente por los ganaderos, que necesitaban hierbas para sus
rebaños. La precipitación en forma de lluvia se mantuvo en la región, hasta que
la tala masiva afectó a más de la mitad del territorio. Como consecuencia, las
lluvias cesaron y el área se volvió árida y los bosques circundantes murieron
también. En la actualidad la zona es un semidesierto, capaz de mantener tan
sólo a una pequeña cantidad de personas
y otros organismos que antes vivían del bosque.
Otro ejemplo es la Cuenca Amazónica, compartida por siete
países, con una extensión de 6.700.000 km2. Casi 70% de esta se encuentra en
Brasil (representando un 30% de la selva
tropical que queda en el planeta). Parcelas de ellas que contienen la mayor
diversidad biológica, colindan con terrenos
talados y quemados a los que se les dará uso agropecuario. Al ritmo actual de deforestación y sumado al
continuo cambio climático, los científicos aseguran que en dos decenios se
destruirá 40% de la Amazonia y que otro 20% se degradará.
La deforestación, por tanto, puede ocasionar la extinción
local o regional de especies, la pérdida de recursos genéticos, el aumento de
plagas, la disminución en la polinización de cultivos comerciales o la
alteración de los procesos de formación y mantenimiento de los suelos
(erosión). Asimismo, impide la recarga de los acuíferos y altera los ciclos
biogeoquímicos. En suma, la deforestación provoca pérdida de diversidad
biológica a nivel genético, poblacional y eco sistémico.
Europa es el único continente donde los bosques
progresan. Reemplazan las tierras agrícolas, menos utilizadas que antaño. Pero
estos bosques son menos naturales que los antiguos: el 74% de los bosques europeos han estado, de
hecho, amenazados o han sido transformados. Los países europeos con mas bosques
son Suecia y Finlandia. El bosque ocupa alrededor de un 70% de las tierras.
Causas
La deforestación, como todo proceso tiene sus causas
fundamentales. Entre ellas pueden
citarse: el cambio del uso del agua para actividades ganaderas y agrícolas, los
incendios y enfermedades forestales o la tala incontrolada de árboles. En la actualidad, la deforestación de los
bosques tropicales constituye una auténtica amenaza. Si analizamos
estadísticamente tasas de deforestación en las distintas áreas ecológicamente
importantes —bosques tropicales húmedos, bosques tropicales secos, bosques de
llanura, bosques de montaña—, se puede concluir que, en los últimos años, este
proceso ha resultado mucho más intenso en las zonas secas y semiáridas,
especialmente en las montañas.
Esto es comprensible, dado que las áreas de mayor altitud
o más secas resultan más adecuadas para la ganadería. Los suelos de estas
regiones, en general, son más ricos y fácilmente cultivables que los suelos
viejos de las llanuras tropicales, prácticamente lavados de todo tipo de
nutrientes. Además de las restricciones agronómicas, hay que tener en cuenta la
limitación que supone para la colonización la presencia de diferentes
enfermedades, como malaria o fiebre amarilla, mucho menos extendidas en zonas
de montaña o secas que en áreas húmedas.
Anualmente perdemos 13 millones de hectáreas de bosque
nativo en el mundo, especialmente los bosques tropicales tanto en Asia, como en
África y América. Si nos detenemos en Argentina, se ha producido una importante
disminución de la selva en Misiones, Salta y Jujuy. Una de las principales
causas de la deforestación es la explotación maderera. En algunos casos se
aprovechan las maderas de los árboles nativos y en otros la deforestación se
produce para realizar plantaciones forestales.
También se tala el bosque, se aprovecha la madera y luego las tierras se
destinan a la agricultura.
Sin lugar a dudas esta actividad genera serios problemas,
¿por qué? Porque no sólo afecta al medio ambiente, sino genera problemas
sociales, afectando sobre todo a millones de personas que viven en el bosque y
que obtienen de ellos sus medios de vida. Si bien existen regulaciones a nivel
nacional para evitar la depredación de este recurso, muchas de las empresas no
cumplen las normas, explotando los bosques con una intensidad y velocidad que
no permite la regeneración de estos bastiones ecológicos.
Por mencionar sólo una razón más que por sí sola debería
bastar para que no sigamos adelante con la pésima idea de talar bosques y
selvas: un cuarto de nuestros medicamentos derivan de allí, en especial de las
selvas tropicales. El curare, un anestésico y relajante muscular que se usa en
cirugías; el ipecac, para tratar la disentería, y la quinina, para la malaria,
son apenas unos pocos ejemplos. No hace mucho tiempo, los químicos occidentales
se fascinaron con una planta nativa de las selvas tropicales de Madagascar, la
vinca rosada, al enterarse de que los curanderos de la isla la usaban para
tratar la diabetes. Esta planta de flores rosas resultó tener propiedades
anticancerígenas, y ahora se emplea en la fabricación de dos medicamentos: la
vincristina y la vinblastina. La primera sirve para tratar la enfermedad de
Hodgkin; la segunda demostró ser una droga maravillosa para los pacientes de
leucemia infantil, cuyas posibilidades de supervivencia se han elevado al 95%
desde el escaso 10% diagnosticado antes de que se descubriera la planta.
La necesidad de un desarrollo sostenido
A La incidencia de la población sobre el mantenimiento de
los bosques reviste caracteres de especial gravedad en el caso de la Amazonia,
donde la llegada de campesinos a partir de la segunda mitad del siglo XX ha
venido a trastocar el equilibrio ambiental mantenido por los pueblos aborígenes
que utilizaron de los mismos durante
milenios, sin que su estado de conservación resultara afectado sustancialmente.
El establecimiento de nuevos colonos en estas zonas se ve favorecido por la
existencia de programas gubernamentales, que conceden títulos de propiedad a
los campesinos que convierten un terreno baldío en terreno productivo. Con
frecuencia, los colonos talan no sólo la parcela de terreno que les ha sido
asignada, sino una superficie mucho mayor. Por otro lado, el acceso a la región
de estas nuevas poblaciones se ha visto favorecido por la presencia de carreteras,
construidas para facilitar la explotación de estas áreas, como consecuencia de
la presión que ejercen las empresas madereras, mineras y petrolíferas.
Así pues, en casos como el apuntado, la solución a los
problemas que afectan los bosques pasa por un desarrollo sostenible de los
recursos y una fuerte voluntad política de poner fin a la tala indiscriminada.
Además, es preciso el reconocimiento de los derechos territoriales de los
pueblos aborígenes que han demostrado estar comprometidos con la conservación
de los bosques, y evitar la migración de los campesinos hacia estas zonas. Esta
última condición precisa de una redistribución equitativa de las tierras
agrícolas, de tal forma que la supervivencia y la calidad de vida del
campesinado queden aseguradas y sea innecesaria la migración y la consiguiente
deforestación.
Entre 2000 y 2005 la deforestación se ha agravado en
América del Sur y el sureste asiático. Por el contrario , se han destruidos
menos bosques en America Central y en África. El balance entre la destrucción y
el progreso de los bosques hace que se pierdan todos los años unos 83.000 Km2
de superficie arbolada.
Cómo combatir la deforestación
De acuerdo con las recomendaciones de las Naciones
Unidas, existen diversas medidas encaminadas a frenar el proceso de
deforestación. Por un lado, los programas forestales de cada país, los cuales
deben hacer partícipes a todos los interesados e integrar la conservación y el
uso sostenible de los recursos biológicos. Asimismo, las capacidades nacionales
de investigación forestal deben mejorarse y crear una red para facilitar el
intercambio de información, fomentar la investigación y dar a conocer los
resultados de las distintas disciplinas.
Es necesario llevar a cabo estudios que analicen las
causas de la deforestación y degradación ambiental en cada país, y debe
fomentarse la cooperación en temas de transferencia de tecnología relacionada
con los bosques, tanto Norte-Sur como Sur-Sur, mediante inversiones públicas y
privadas, empresas mixtas, etc. Por otro lado, se requieren las mejores
tecnologías de evaluación para obtener estimaciones fidedignas de todos los
servicios y bienes forestales, en especial los que son objeto de comercio
general.
Mejorar el acceso al mercado de los bienes y servicios
forestales con la reducción de obstáculos arancelarios y no arancelarios al
comercio, constituye otra de las vías posibles, así como la necesidad de hacer
un uso más efectivo de los mecanismos financieros existentes, para generar
nuevos recursos de financiación a nivel nacional como internacional. Las
políticas inversoras deben tener como finalidad atraer las inversiones
nacionales, de las comunidades locales y extranjeras para las industrias
sostenibles de base forestal, la reforestación, la conservación y la protección
de los bosques.
Los productos de la naturaleza aún constituyen buena
parte de lo que venden en el exterior los países en desarrollo para obtener
divisas. Pero en muchos casos, los recursos naturales que deben exportar, a
veces principalmente para mantenerse al día con los pagos de la deuda externa,
están ubicados en medio de ricas zonas ecológicas. A pesar del daño ambiental
que puede causar la explotación de tales recursos, a los países con
dificultades económicas les resulta difícil prescindir de esos ingresos en
favor de la naturaleza.
Las exportaciones
de madera son una importante fuente de divisas para varios países tropicales.
Los países en desarrollo obtienen alrededor de 7.000 millones de dólares
anuales — un 9 por ciento de sus ingresos por exportaciones agrícolas — de los
productos forestales. Sin embargo, esas naciones están recibiendo signos
contradictorios: son elogiadas por organizaciones internacionales como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) por sus éxitos en la exportación,
y al mismo tiempo se les pide que tengan en cuenta el medio ambiente si desean
calificarse para recibir más fondos.
(fuenteexterna)
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